Mi compañero partió en septiembre para el más allá. Después del sepelio entré en casa y  sentí la soledad por primera vez. Aquella casa tan grande y vacía parecía que iva a exprimirme entre sus paredes.
Así  me sentí durante todo el invierno que, por cierto, fué muy duro respecto al clima.
En febrero una sobrina vino a verme. "tía , no puedes seguir así" "Debes salir más de casa"
Me convenció para que adoptara un perro.  El cuidado del animalito me obligaría a levantarme temprano, a salir a pasear y a moverme del sillón frente al televisor. Parecía que hacía meses que estaba pegada a él. 
La verdad es que fué un buen consejo. He aquí mi nuevo compañero. No es comparable, pero el cariñoso animal me está ayudando a torear la soledad.




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